viernes, 4 de febrero de 2011

Una semana sórdida


Esta ha sido una semana sórdida. Entre terminar mi lectura de Faulkner, seguir con Swift y mi genial idea de empezar a ver la triología de "Los Tres Colores: Azul, Blanco y Rojo."

Faulkner es sórdido. Eso ya lo sabíamos desde "The Sound and The Fury". Y "As I Lay Dying" no se escapa. Sin embargo, la gran diferencia entre ambos es que el trasfondo narrativo del primero funciona mucho mejor que el del último, pero ambos brillan por la técnica de Faulkner. Porque de que tiene un estilo único, lo tiene.

Si "The Sound and The Fury" funciona por su atmósfera neblinosa, imbuida de recuerdos oscuros que apenas se dejan ver para lector, "As I Lay Dying" tiene algo de eso también. Los secretos familiares, frecuentes en la narrativa de Faulkner al parecer, se enredan en las voces de cada miembro de la familia, personajes medios animales que en pequeños capítulos dejan entrever algo imágenes de traición, adulterio y odio, mientras acarrean el cadáver de la madre para ser enterrado.

Si bien, la técnica de los múltiples narradores es brillante, y nos deja apreciar la retorcidas relaciones que configuran a la familia Bundren, a veces la historia del entierro de la madre se vuelve una mera excusa para explorar la técnica. Y hay momentos en que el traslado del cadáver como centro narrativo se vuelve tedioso y cuesta seguir leyendo, pero dejar de hacerlo sería como dejar el cadáver tirado allí, en medio de la nada.

Pero tanto esfuerzo tiene su recompensa. Porque si en "The Sound and The Fury" uno se queda con las ganas de escuchar a Caddie -la pobre difamada por todos sus hermanos- acá Faulkner no nos deja con las ganas y le dedica un capítulo a la fallecida, a la razón de toda esta travesía, y es BRILLANTE. Si bien es sólo un capítulo, Faulkner recupera todos los puntos que había perdido en las 160 páginas anteriores. Y es aquí precisamente donde uno puede apreciar la genialidad de la construcción de esa sordidez que caracteriza a Faulkner. Una construcción que no es para nada explícita, y se esconde detrás de telarañas de palabras engañosas y vagas, pero que guardan una verdad que al momento de descubrirla, acuden las arcadas correspondientes. Y así es como el capítulo de Addie nos entrega líneas del tipo: "He had a word, too. Love, he called it. But I had been used to words for a long time. I knew that that word was like the others: just a shape to fill a lack." (Él tenía una palabra también. Amor, la llamaba. Pero yo había me había acostumbrado a las palabras por largo tiempo. Sabía que esa palabra era igual que las demás: sólo un contorno para llenar un vacío). Y le estamos eternamente agradecidos a Faulkner por ese capítulo, que al final lo hace a uno recuperar la fe en lo que viene, y lo impulsa a seguir leyendo hasta el final.

Y por último está Bleu, Blue, o Azul, la primera parte de la triología de los tres colores del poláco Kieslowski. Una película triiiiiiiste y con un soundtrack maravilloso. Cercana a lo que es Wong Kar-wai (y parece que tengo dislexia asiática, porque me costó un mundo escribir el nombre), la película narra principalmente el después en la vida de Julie, un después marcado por la tragedia.

Lo interesante es como el director conjuga un guión casi carente de diálogo con un soundtrack dramático para crear una atmósfera de esas que pocas veces se logran en una película. Una atmósfera contenida, tal como Julie. Una atmósfera que siempre está a punto, alcanzando las notas más altas y las más dramáticas. Como esos encuentros entre Chow y la Sra. Chan en la entrada del edificio donde viven en Con Ánimo de Amar, cargados de tensión, pero al mismo tiempo tan cotidianos, acompañados por el vals de la película, que es hermoso, y le da ese toque de contención.

Así es como las escenas de Julie nadando, acompañadas por una orquesta monumental, se vuelven icónicas en la película, como los momentos en que todo está a punto de estallar, pero no lo hace.

Es difícil comentar una película como ésta sin entrar en detalles de su historia, de sus escenas cargadas de emoción contenida (y es que no encuentro otra palabra para describirla); por lo tanto, no me queda más que decir que: Véala, y disfrútela.

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