miércoles, 9 de noviembre de 2011

Experimentos en Inglés

Las palabras son curiosas. Siempre me ha parecido que existen palabras en inglés que tienen un peso mucho más grande que sus equivalentes en español, o viceversa. "Regret" -"Arrepentimiento" en español- es precisa, y parece cortar, como un cuchillo. The regret o I regret suena tanto más definitivo que el arrepentimiento o me arrepiento. O palabras que simplemente no encuentran la traducción adecuada. "Numb" por ejemplo parece abarcar un estado mucho más complejo que el "entumecimiento". Y aún así, siempre me ha costado escribir en inglés. Las palabras siempre llegan aisladas, en pequeños fragmentos. Pero bueno, algo se ha de hacer con esos fragmentos, como este:

From across the room, they looked like strangers forced to share a table in the food court, in those moments when it was far too crowded to have the privilege of a moment of cherished solitude and quietness among the sea of people yelling and struggling to get their food. But the truth was that they had always been strangers. Strangers to each other, and strangers for themselves. They had shared a bed for more than thirty years. In that time, they had memorized the movements of one another. The way in which their bodies moved in that bed. But they have never learned to listen to their silences, the moments in which their bodies remained still, leaving vast zones of themselves far from the reach of each other, spaces that remained unknown until today.
Observing them, a sudden sadness came upon me. I had always thought that once I had left, there wouldn't be much to be done. Everything would turn into silences and they would be forced to listen to them. It'd come to the point in which they would realize that they had stuck together all those years for the sake of my bringing up, and now that I was gone they could finally go their separate ways. It'd come the time when they would have to accept that they didn't speak the same language.
But coming back home and finding them still together, sharing all those uncoded silences, made me realize how lonely they are. They are strangers, but at least they make company to each other. It was the fear of loneliness that kept them together.

viernes, 2 de septiembre de 2011

El cuento que no me llevó a Zambra

Esta semana, mis aventuras literarias (dándoselas de escritor) me llevaron a postular a última hora a un taller de Narrativa con Alejandro Zambra (Profesión: ídolo. Como diría MJ). Esto como parte del plan de contingencia literario que me llevó a mandar 'La mortaja' (algún día pensaré en un mejor título) al concurso literario de la universidad, y la energía creativa que me rodea hace unas semanas. Pero la suerte no estuvo de mi lado con Zambra. De todas formas, al menos puedo decir que mi colección de cuentos ya no se reduce a uno, ahora hay dos. Y aquí está 'Instructivo', el cuanto que no me llevó a Zambra.

Instructivo

“Lavarse las manos con agua y con jabón después de la aplicación.” El agua de la llave está corriendo. Teresa mira la lata y luego el lavamanos con los pelos minúsculos que se pierden en el desagüe. Julio se ha afeitado después de hacerle el amor. Es sábado y los niños no han llegado aún. Teresa pudo haber hecho todo el ruido que hubiese querido, pero ha sido un acto silencioso. No un silencio de discreción ni de complicidad, sino el silencio de, tras casi treinta años acostándose con la misma persona, finalmente no tener nada que decir.

Treinta años atrás, antes de casarse, Teresa y Julio eran distintos. Cada vez que podían estar solos, estaban el uno encima del otro. El sudor de Julio en ese entonces era el de un hombre de campo, sus poros filtraban una brutalidad media salvaje. Ahí si que Teresa hacía ruido. Pero habían cambiado. La ciudad los había cambiado.

El agua sigue corriendo. Julio le ha hecho el amor y se ha afeitado. Ha preferido frotar su barbilla espinosa y puntiaguda contra su piel demasiado sensible, demasiado blanca. Efectivamente, de a poco comienza a sentir la irritación en su cuello y sus mejillas, dibujando manchas rojas en su piel. Y luego vendrá la comezón. El deseo incontrolable de rascarse.

“Mantener fuera del alcance de los niños.” Teresa hace una mueca. Oscar y Patricio ya tienen más de veinte años y aún les sigue diciendo ‘los niños’, aunque fue hace mucho la última vez que realmente los sintió ‘sus niños’, el Oscarito y el Patito. Probablemente lleguen a la hora de almuerzo.

“Mantener el envase lejos de los alimentos.” Arroz con pollo, piensa Teresa. Oscarito y Patito volverían a la hora de almuerzo. El agua aún corriendo frente a ella. No tiene ganas de cocinar nada más. Quizá un poco en el arroz. Una gotita. De todas formas no les gustará. Sobre todo a Julio, que siempre le ha dicho que el arroz no le queda bien, que le falta cocción. No puede ser tan malo, tal vez un poco más amargo que de costumbre. Ni lo notarán.

“De acción instantánea.” La rapidez le vendría bien. Casi treinta años. Incluso, quizá debería ahorrarse el trámite de la comida y aplicarlo directamente. Sobre Julio, sobre Oscarito, sobre Patito. Sobre el silencio del sexo tenido hoy en la mañana, sobre el ruido frenético del sexo alguna vez tenido, treinta años atrás. Unas gotas sobre el presente, sobre el pasado, sobre el futuro. Sobre ella misma.

El agua sigue corriendo. Finalmente, Teresa toma la lata de insecticida, el Tanax, del botiquín del baño y lo rocía cuidadosamente sobre su pelo que ya se ve invadido por las canas de los cincuenta años. El olor del aerosol la aturde. Los pelos de Julio ya no están, se han esfumado por el desagüe. Teresa toma el jabón y procede a lavarse las manos con cautela y movimientos metódicos y repetitivos, y finalmente cierra la llave.

jueves, 18 de agosto de 2011

Ejercicio de Escritura #2: El Chaleco Rojo

Muchas cosas. Tengo ganas de escribir, pero siempre he tenido problemas para escribir en primera persona, o para escribir diálogos. Me cuesta, al mismo tiempo que me fascina, pensar en ser alguien más, en hablar por alguien más. Y es que construir personajes no es fácil. Y odio utilizar la palabra 'construir' porque suena casi como uno de esos videos instructivos de 'Hágalo usted mismo'. Y ahora tengo un cuento a medio escribir, del cual el personaje se me escapa de las manos a veces. Una traductora que inicialmente buscaría el lugar perfecto de la ciudad para terminar con su novio, pero sé que hay algo más con esta traductora, algo que aún no descubro. Así que hoy decidí buscarle una historia paralela, a ver si me dice algo nuevo, y esto es parte de lo que resultó. El comienzo en medio bruto, pero se siente muy bien escribir de corrido, sin detenerse a pensar mucho en las palabras y en el ritmo, y dejar que por una vez, salgan solas.

Ahora iba a ver a Amalia. Amalia tiene el pelo de un color rojo intenso, y la piel muy clara, la que le costó la mayoría de sus posibilidades de hacer amigos cuando niña. Nadie quería ser amigo de la chica casi invisible, porque Amalia tampoco hablaba mucho. Si no fuera porque en aquel entonces la madre de Elisa acababa de separarse de Rodrigo, su padre, y necesitaba desesperadamente una amiga, y Cristina, la madre de Amalia, se sentó con ella en una reunión de apoderados, Elisa probablemente nunca le habría hablado a Amalia. Porque después de todo, hasta el día de hoy, ella y Amalia no eran tan amigas por opción como lo eran por proxy. Si no fuera por su proximidad casi obligada, Elisa no la habría dejado jugar con sus muñecas, ni le habría prestado su chaleco preferido, una vez que Cristina tardó en ir a buscarla a su casa y ya empezaba a oscurecer. Entonces Elisa la dejó usar ese chaleco rojo que le había traído su padre de uno de sus viajes. Ese venía de Francia. El tono furioso del chaleco combinaba perfectamente con el pelo de Amalia, de hecho, le quedaba mejor que a ella. Elisa aún recuerda el resentimiento que la invadió en ese momento. Quiso abalanzarse sobre Amalia y quitarle el chaleco a la fuerza. Era su chaleco, que le había regalado su padre, y sólo ella debía usarlo, y lo que es más, sólo ella debía verse bien con él (a pesar de que el rojo no fuera su color favorito, a pesar de que le quedara un poco grande, y las mangas le cubrieran gran parte de la mano, restringiéndole la movilidad, un detalle que le había reprochado a su padre, pero que ahora parecía no importarle).

Pero esa tarde, cuando ya se oscurecía, Elisa no se abalanzó contra Amalia, y la dejó usar el chaleco hasta que su madre finalmente llegó por ella; Elisa, de siete años, sintiendo un alivio que no había conocido hasta entonces. No era como contarle la verdad a su madre sobre alguna mentira que había inventado antes de que la descubriera. Era un alivio más perverso, más parecido al alivio que sentía precisamente cuando inventaba esas mentiras infantiles, la seguridad que le daba saber que ella, y sólo ella, sabía que lo que le había dicho a su madre no era real. Era el alivio de saber que esa noche, ella dormiría con el chaleco rojo, que Amalia volvería a su casa y probablemente se pondría algún pijama desaliñado y feo, mientras ella le diría a su madre que tenía frío, que quería dormir con el chaleco rojo que padre le había traído de Francia, un país del cual hasta entonces, Elisa no sabía mucho, sólo que allí vendían chalecos rojos como el de ella.

viernes, 5 de agosto de 2011

Pasa hasta en las peores películas

Películas de esos viajes entre amigos hay por montones. Y de las peores. Donde al final todos los protagonistas aprenden algo; de la vida, de sus amigos, de ellos mismos (Si es que no es de esas sangrientas en que alguien muere y quedan los restos del trauma). Y parece como el peor de los clichés, pero hay una razón por la cual los clichés son clichés después de todo.

Mi viaje no me llevó muy lejos. Pero los 145 km fuera de Santiago fueron suficientes para cumplir con el cliché. Y así fue como aprendí a amar a The Beatles (que a modo de negación espacial/geográfica han sido mi soundtrack de la semana), a jugar a la chiflota, y a hacer la peor de las mímicas para la palabra 'foreplay'.

Y ahora la casita de Algarrobo parece un lugar casi idílico, donde el silencio en las noches parecía algo increíble (sacado de una película, já). Donde el frío no parecía importar, era, de hecho, perfecto. Una casita de madera donde la estufa estaba siempre prendida y no había noción del tiempo alguna. Y es mejor que se quede así, con la a/temporalidad de un lugar visitado fugazmente por 3 días. Un lugar perfecto, en el cual vivir, sería un crimen. Algo así como los 'Strawberry Fields'.


jueves, 14 de julio de 2011

Poniéndose al día con las películas de ayer (y con el blog)

Estoy de vacaciones. Probablemente perdí unos cuantos litros de sangre escribiendo mi final paper de Life-Writing, uno de los más sufridos, y de los que menos me gustan. Pero si le preguntan a alguien, nunca me gustan mis papers, pero eso es otro tema. El punto es que estoy de vacaciones, y eso significa que hay tiempo para leer los libros que quedaron a medio leer, o sin leer simplemente. Y también, en mi mundo, estar de vacaciones significa una dosis poco saludable de comedias románticas, "las conspiraciones del capitalismo que destruyeron mi habilidad de amar", como dijera Peter en "Love and Other Disasters" (y de paso, mi película pseudo-biográfica).

Pero esta vez las vacaciones partieron diferente, y la película elegida fue "Cinema Paradiso", una película italiana de fines de los 80. Y es que hace tiempo una película no me hacia tan feliz. Lejos de ser una comedia romántica, la película tiene ese toque de inocencia que a veces le hace falta a uno entre tanta teoría sesuda de la otredad. Esa inocencia dada no solo por el personaje infantil y su simplicidad al mirar la vida, sino que la inocencia también del pueblito italiano en medio de la nada, donde ver una película se convierte en todo un evento social. Es de esas películas que simplemente hacen bien. Así que si anda en un mal día, en que todo le parece negro, vea unos 10 minutos de "Cinema Paradiso" y recordará que la vida es mucho más simple de lo que uno la piensa. Y así es como el target de las vacaciones de invierno dejan de ser las comedias románticas de turno y se re dirigen hacia los clásicos que uno no puede dejar de ver.

Hoy me tocó "Good Bye, Lenin", que siempre había visto a pedacitos, y finalmente hoy vi completa. Me gustó, pero no me encantó. Es una película oscura, en todos los sentidos. Una fotografía lúgubre, quizá un modo de capturar la decadencia de la Alemania Oriental de aquel entonces. Una película que encierra una mentira oscura, llena de sombras y fantasmas del pasado (en todos los sentidos). No sé, quizá no era el día adecuado para tanta oscuridad. Ahora se viene "Schindler's List". Pañuelos y tripas preparados. A ver que tal nos va.

Y entre otras cosas, el cuentito ganó. Se fue al concurso de cuentos de la Universidad, y se ganó un premio. No fue ni un primer ni un segundo lugar, pero para ser el primero, la mención honrosa me viene bien (y sobre todo la publicación el próximo año). Ahora lo difícil es seguir escribiendo. Estamos trabajando para usted...

jueves, 10 de febrero de 2011

(Des)Inspiración

Hay autores que a uno lo atormentan. Un tormento dulce, si se puede decir. De esos que uno lee, disfruta, subraya, pero que al mismo tiempo uno odia, porque nunca podrá escribir como ellos. O porque le falta a uno mucho para llegar a eso. Pero por el contrario, existen otros autores, que también uno lee, disfruta y subraya, pero que lo impulsan a uno a escribir. Con Nicole Krauss es un poco de los dos. La odiamos porque escribe tan bién, porque lo hace a uno rabiar y hasta llorar. Pero también es de esas que se leen, y le dan a uno ganas de escribir. Al menos ese es mi caso.

Mi cuento, mi paréntesis, sigue avanzando, aunque de a poco se va desviando. Lo que partió como el paréntesis, como esos momentos que escapan un poco de la mirada general, de a poco se transforma en los paréntesis, o más bien, en un compilado de relaciones disfuncionales. Pero sigo con mi plan de no leer. Yo simplemente escribo, y cuando llegue a una cantidad satisfactoria, leo, borro, agrego. A ver que tal sale mi proyecto de, de una vez por todas, terminar un cuento.

Por mientras, Nicole Krauss y su última novela hacen maravillas. Me dan pataletas, y me hace reír, y para mejor, me dan ganas de escribir.

lunes, 7 de febrero de 2011

Los libros deberían tener soundtrack

Ayer empecé a escribir mi cuento. Van 634 palabras, y me parece un buen número para empezar. Después de todo, Virginia Woolf era la que se obligaba a escribir todos los días al menos 200 palabras, al menos cuando escribía Mrs. Dalloway. Con esperanzas de no escuchar voces en griego en ningún futuro cercano, hoy no tengo ganas de escribir, ni de leer. Simplemente espero el momento en que Anna Nalick, o mi nueva chica, Holly Brook, me impulsen a seguir escribiendo. Holly Brook es mi writting soundtrack, mientras que Anna Nalick, que me ha ahorrado miles e infinitas terapias (a ver si algún día le escribo una thank you note, o me las doy de stalker por Twitter y trato de contactarla de alguna forma), es el soundtrack de mi cuento.

Porque sí, siempre he sido de la idea que los libros deberían tener soundtrack. Quizá algún día, cuando ya escriba novelas, una de ellas tendrá un soundtrack específico. Así como que cada capítulo tenga por título una canción, ó, incluir en junto al libro un CD con la música con que me imagino al lector leyendo la novela.

Mi cuento, mi paréntesis, se basa principalmente en 3 canciones de Anna Nalick: "The Lullaby Singer", "Words", y "Break Me Open". Las tres, sobre todo "Words" calzan perfecto con el mood de mi cuento, a veces con la historia misma y con los personajes, y hasta pienso en agregar un epígrafe con alguna estrófa o línea de esas canciones, o quizá incluir alguna línea como diálogo, quien sabe. Pero si alguna vez llega a leer mi cuento, no olvide poner esas 3 canciones en constante repetición.

Pero en serio, han habido libros a los que les he construído soundtrack. Con "Dear Zoe" de Philip Beard, me pasó que al terminar de leerla, "Teachin' Myself to Dream" de Katy Rose no paraba de sonar en mi cabeza, como el track número del soundtrack. La cancioncita que suena de fondo cuando Tess -la quinceañera protagonista- besa a Jimmy -el chico rebelde- por primera vez, o cuando fuma marihuana por primera vez, lo que conduce a una de las escenas más memorables del libro, en dónde la voz de Katy Rose se escucha a todo volumen en mi cabeza.



O tampoco falta la novelita en que algunas escenas se dibujan en mi cabeza y se siguen como buen trailer de película (Con "Dear Zoe": escenas frenéticas de hospital y Regina Spektor que canta: "But God could be funny"). A veces me pasa con "Extremely Loud and Incredibly Close", de cuya adaptación cinematográfica hablaremos cuando sea correspondiente, pero hasta ahora, las cosas no se ven bien. Porque imaginarse una novela así en versión película ya es difícil. Y no lo digo sólo porque sea mi novela favorita.

Una difícil de imaginar es "Time's Arrow", en el top 3 de mis novelas de todos los tiempos, creo. Es que un trailer como ese requiere la oscuridad de alguien como Gaspar Noé (el director de Irreversible), y el soundtrack... no lo sé, alguien igual de oscuro y experimental. Quizá Hans Zimmer.

En fin, no es que espere que cada una de las novelas que leo se transforme en película, lo que me hace pensar en la fiebre de adaptaciones literarias que afecta a Hollywood de vez en cuando. Directores que a veces salen airosos, y otros que a veces fallan miserablemente. Pero ese ya es otro tema. Por ahora, yo me dedico a escuchar a la Nalick.

viernes, 4 de febrero de 2011

Una semana sórdida


Esta ha sido una semana sórdida. Entre terminar mi lectura de Faulkner, seguir con Swift y mi genial idea de empezar a ver la triología de "Los Tres Colores: Azul, Blanco y Rojo."

Faulkner es sórdido. Eso ya lo sabíamos desde "The Sound and The Fury". Y "As I Lay Dying" no se escapa. Sin embargo, la gran diferencia entre ambos es que el trasfondo narrativo del primero funciona mucho mejor que el del último, pero ambos brillan por la técnica de Faulkner. Porque de que tiene un estilo único, lo tiene.

Si "The Sound and The Fury" funciona por su atmósfera neblinosa, imbuida de recuerdos oscuros que apenas se dejan ver para lector, "As I Lay Dying" tiene algo de eso también. Los secretos familiares, frecuentes en la narrativa de Faulkner al parecer, se enredan en las voces de cada miembro de la familia, personajes medios animales que en pequeños capítulos dejan entrever algo imágenes de traición, adulterio y odio, mientras acarrean el cadáver de la madre para ser enterrado.

Si bien, la técnica de los múltiples narradores es brillante, y nos deja apreciar la retorcidas relaciones que configuran a la familia Bundren, a veces la historia del entierro de la madre se vuelve una mera excusa para explorar la técnica. Y hay momentos en que el traslado del cadáver como centro narrativo se vuelve tedioso y cuesta seguir leyendo, pero dejar de hacerlo sería como dejar el cadáver tirado allí, en medio de la nada.

Pero tanto esfuerzo tiene su recompensa. Porque si en "The Sound and The Fury" uno se queda con las ganas de escuchar a Caddie -la pobre difamada por todos sus hermanos- acá Faulkner no nos deja con las ganas y le dedica un capítulo a la fallecida, a la razón de toda esta travesía, y es BRILLANTE. Si bien es sólo un capítulo, Faulkner recupera todos los puntos que había perdido en las 160 páginas anteriores. Y es aquí precisamente donde uno puede apreciar la genialidad de la construcción de esa sordidez que caracteriza a Faulkner. Una construcción que no es para nada explícita, y se esconde detrás de telarañas de palabras engañosas y vagas, pero que guardan una verdad que al momento de descubrirla, acuden las arcadas correspondientes. Y así es como el capítulo de Addie nos entrega líneas del tipo: "He had a word, too. Love, he called it. But I had been used to words for a long time. I knew that that word was like the others: just a shape to fill a lack." (Él tenía una palabra también. Amor, la llamaba. Pero yo había me había acostumbrado a las palabras por largo tiempo. Sabía que esa palabra era igual que las demás: sólo un contorno para llenar un vacío). Y le estamos eternamente agradecidos a Faulkner por ese capítulo, que al final lo hace a uno recuperar la fe en lo que viene, y lo impulsa a seguir leyendo hasta el final.

Y por último está Bleu, Blue, o Azul, la primera parte de la triología de los tres colores del poláco Kieslowski. Una película triiiiiiiste y con un soundtrack maravilloso. Cercana a lo que es Wong Kar-wai (y parece que tengo dislexia asiática, porque me costó un mundo escribir el nombre), la película narra principalmente el después en la vida de Julie, un después marcado por la tragedia.

Lo interesante es como el director conjuga un guión casi carente de diálogo con un soundtrack dramático para crear una atmósfera de esas que pocas veces se logran en una película. Una atmósfera contenida, tal como Julie. Una atmósfera que siempre está a punto, alcanzando las notas más altas y las más dramáticas. Como esos encuentros entre Chow y la Sra. Chan en la entrada del edificio donde viven en Con Ánimo de Amar, cargados de tensión, pero al mismo tiempo tan cotidianos, acompañados por el vals de la película, que es hermoso, y le da ese toque de contención.

Así es como las escenas de Julie nadando, acompañadas por una orquesta monumental, se vuelven icónicas en la película, como los momentos en que todo está a punto de estallar, pero no lo hace.

Es difícil comentar una película como ésta sin entrar en detalles de su historia, de sus escenas cargadas de emoción contenida (y es que no encuentro otra palabra para describirla); por lo tanto, no me queda más que decir que: Véala, y disfrútela.

martes, 1 de febrero de 2011

SANT(iago) se lee como collage

Mientras yo me autoprohibo hacer click en el ícono de Microsof Word -y con poco éxito vale decir, si soy tan terco- Gmail me saluda con un mail que empieza: "Hola Juan pablo, ya publicamos la crítica de Sant, que está muy buena. En Enero estábamos full con Santiago a mil, que fue suficiente para llenarnos, pero estará arriba todo febrero y hasta marzo." Y se siente bien. Aunque sea una crítica en una revista online, se siente bien.

La ciudad de Santiago se merece una historia viva y SANT, de María José Navia, viene a ofrecer un buen mapeo o collage de las historias que se intersectan entre sus calles, opina Juan Pablo Vilches.

Santiago no es ni París ni Nueva York, por lo que estamos muy lejos de tener nuestro propio "Paris Je T'Aime" o nuestro "New York, I Love You". Sin embargo, a falta de una torre Eiffel, tenemos una torre Entel, y de un puente de Brooklyn tenemos un Puente Loreto. Y es que bajo el smog que cubre y ensucia nuestra ciudad también se tejen historias que esperan ser contadas, historias que escapan lo ordinario, y, por sobre todo, historias que ya era hora que alguien se decidiera a contar.

Así es como se construye SANT, la primera novela de la joven escritora María José Navia, como "la voz de todos los que un día tuvieron algo que contar", como reza uno de sus epígrafes, tomado de una canción de Santiago del Nuevo Extremo dedicada a la ciudad.

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jueves, 27 de enero de 2011

Las Vírgenes Suicidas - Versión POP

Mi maratón de comedias románticas se cerró con "Greta", una pequeña película indie protagonizada por Hilary Duff. ¿QUÉ? Sí, usted no leyó mal: Una pequeña película indie protaginizada por Hilary Duff. Y es que teniendo en cuenta la carrera filmográfica de la Duff y sus múltiples reinterpretaciones del personaje que la saltó a la fama (Una niñita bien torpe llamada Lizzie McGuire) insertada en distintos guiones donde lo único que cambia es el nombre del personaje, es difícil no ser prejuicioso.

"Greta" es una historia narrada en primera persona por... bueno, Greta, una adolescente aproblemada/problemática con tendencias suicidas, marcadas en la libretita que lleva atada a su muñeca (para darle el toque dramático) en donde lista sus "To Do" y sus "To Die", que analizan todas las posibles formas de quitarse la vida antes de ingresar a la universidad.

Si todo se ve desde allí, considerando el pequeño presupuesto de la película, y pasando por alto la presencia casi ominosa de Duff, la cosa se ve prometedora. Pero la promesa se queda en eso, en promesa. La falta de sólidez del guión hace que el toque aproblemado que se supone que ha de tener el personaje de Greta se vuelva superficial y sin fondo. O sea, le buscan los motivos, pero no se los encuentran, o no son suficientes. La fallida relación madre-hija que artormenta a Greta resulta ser cliché, y el prematuro suicidio del padre de Greta buscan formular este personaje que quiere acabar con su vida cuanto antes, per fallan miserablemente en el intento. Gran parte de la culpa se la dejo al guión, que pudo buscarse la forma de construir un personaje más opaco, un poco más oscuro, que realmente despreciara su existencia, pero todo se da vueltas en un sin fin de clichés narrativos, algunos dignos de las más cebolleras telenovelas (Mi mamá se pasa todo el tiempo con su marido y no me quiere. Mi mamá busca salvar su matrimonio, y es por eso que no me quiere cerca). Demás está decir que su romance con el ex-convicto juvenil se ve de lo más forzado.

A partir de lo último, finalmente pareciera que Duff hace lo que puede con un personaje a medio escribir. Porque al final, no es que ella haga parecer al personaje una quinceañera con rabieta de 15 minutos, sino que Greta parece ser simplemente una quinceañera con rabieta de 15 minutos. Es por eso que en gran parte de la película, Duff y se ve tiesa y plana, pero al momento de exacerbar las emociones, la Duff logra dar un poco más de vida al personaje de Greta, que ya pasados los primeros 10 minutos parece estar en coma.

De todas formas, a diferencia de "Going the distance" y "The Last Song" -una que se destaca por lo que no se destaca, y la otra por ser un cliché tras de otro, y claro, malas actuaciones-, Greta tiene sus momentos citables. Como cuando en el primer y único intento de suicido que muestra la película, Julie -el ex convicto- le da su espalda a Greta y le dice: "My roomate in juvie. One morning... I found him hanging by an electric chord. I didn't see it coming because he didn't mouth off about it. HE DIDN'T WANT TO BE SAVED. See, you knew I'd jump after you, because you don't wanna die. YOU JUST WANT THE DRAMA" (My compañero en la correccional juvenil. Una mañana... lo encontré colgando de un cable eléctrico. No lo vi venir porque el no se pavoneaba al respecto. Él no quería ser salvado. Ves, tú sabías que yo saltaría por ti, porque tú no quieres morir. Tú sólo quieres el drama)

Además de diálogos como esos, algunos momentos en la interpretación de Duff (los pocos), "Greta" se salva por su soundtrack -que no, no incluye a la Duff-, con canciocitas indies que dicen: "I wanna die" o "You died when I was 7", y por su post-producción, que incluye una de esas introducciones lindas, con dibujutos y todo, y transiciones de las mismas. Pero se queda allí. Aunque de todas formas, le hace pensar a uno que Hilary Duff puede interpretar algo más que a Lizzie McGuire con mamá que busca marido, o a Lizzie McGuire con madrastra malvada y celular en vez de zapatilla de cristal.

jueves, 20 de enero de 2011

Stats

LEYENDO: William Faulkner "As I Lay Dying"

"I can remember how when I was young I believed death to be a phenomenon of the body, now I know it to be merely a function of the mind - and that of the minds of the ones who suffer bereavement" (42)

Páginas: 60/250





SOUNDTRACK: Belle and Sebastian "The boy with the Arab Strap"

"A stroke at the age of 24. It could have been a brilliant career"




COMEDIAS ROMÁNTICAS VISTAS: 3/7 (A lot like love, Going the Distance, Empire Records)

WRITING: Zero

martes, 18 de enero de 2011

El final feliz no es siempre feliz


Después de mi fúgaz visita a la playa, mis únicos planes de vuelta en Santiago son: una semana a base de comedias románticas - de las buenas eso sí. Y es que con las comedias románticas me siento en casa, o mi cerebro se siente en casa. Y la lista de las elegidas es como sigue:

Lunes: A lot like love
Martes: How do you know
Miércoles: Empire Records
Jueves: The last song (una para reírse un rato)
Viernes: Going the distance
Sábado: New in Town
Domingo: Love and other disaster (mi clásico personal)

Hoy partimos con "A lot like love", una que narra los abruptos encuentros -o encontrones- de Oliver y Emily durante 6 años. Ellos que no son amigos ni novios, ellos que son una casualidad, o un accidente, o también, y la probabilidad que menos me gusta creer, un juego del destino.

"A lot like love" es una de esas películas que se convierte en esos pequeños clásicos del género, de esas que prometen no ser lo mismo de siempre; y logra encajar en esa línea en su estructura y su técnica, en lograr contar maravillosamente una historia de 6 años en 1 hora 45. Se hace de escenas lindas que caracterizan esta relación media parentética -some may call it parenthesis freak, i call it research-, esos momentos en que la vida logra apartar a sus protagonistas de su rutina y juntarlos una vez más para vivir una relación siempre a medias.
Sí, "A lot like love" logra reflejar ese aire medio idílico que puede llegar a tener esta relación siempre incompleta, por medio de escenas como la del restaurant chino, o la foto desnudos en plena noche desértica; momentos que sólo pueden ocurrir en una relación así, una relación que se queda en esos momentos y no llega más allá, porque de otro modo, puesto en palabras de la misma Emily: "You'll ruin it".
Y "A lot like love" promete eso, quedarse en esos momentos. Pero finalmente el paréntesis se arruina y la comedia romántica atípica se cierra con un final típico, y aún no sé si el argumento de que Oliver si tomó la iniciativa sirve para enmendar el destrozo de una historia que iba tan, pero tan bien (Allí es donde 500 days of Summer marca su sello, y cumple su promesa inicial: "This is not a love story"). Porque después de todo el título mismo lo dice: "A lot like love". Muy parecido al amor. Pero no amor precisamente. Amor a medias. Amor incompleto. Amor sin final feliz.
Y es que hay historias que no requieren de un final feliz. O de otra forma, hay historias que encuentran su final feliz en situaciones que a primera vista no parecen tan felices, pero si uno mira más de cerca y con más calma se da cuenta que el hecho de que la chica no se quedara con el chico era precisamente el final feliz, el happily ever after.

miércoles, 5 de enero de 2011

Jhumpa Lahiri: Escribiendo entre paréntesis

Casi todos los que han escrito sobre el proceso mismo de escribir han dicho que quien escribe ha de escribir sobre lo que sabe, y que todo está en saber maquillar o disfrazar bien esas experiencias de tal forma que dejen de ser las propias, al mismo tiempo de mantener esa conexión íntima que le permite a uno escribir; de otra forma, el proceso mismo se ve forzado. 

Así es como los cuentos de Jhumpa Lahiri, escritora Americana de orígenes Indios, giran en torno a la vida de descendientes Bengalí viviendo en Estados Unidos, los protaginistas de sus cuentos siendo la mayoría de las veces de segunda generación. Esos protagonistas que son como un paréntesis entre las raíces orientales que los marcan desde sus orígenes, y la cultura norteamericana que los moldea simultáneamente.

Unaccostumed Earth es su segunda compilación de cuentos, y la contenedora de piezas NO-TA-BLES. Cuando tenga un curso, mis alumnos no se van a salvar de leer el cuento que da título a la compilación. Ese cuento que narra la visita de un padre viudo a la casa de su hija. Una semana que interrumpe la rutina ya casi mecánica de ella. Ella que vive en una casa de ensueño, que tiene un esposo que es la definición de perfección, pero aún así, ella que está agotada.

Más que sus protagonistas sean paréntesis, las situaciones que Lahiri decide narrar funcionan de la misma forma. Esos mínimos momentos dentro del día día que pueden ser definitivos. Esas palabras que no se dicen, que están protegidas en ambos de sus extremos por las marcas parentéticas, pero que están ahí, perceptibles para uno, pero al mismo tiempo dejándose ignorar.

Y la belleza y sutiliza de su prosa son innegables, de esas que le hacen pensar a uno que la vida es injusta, que ya no hay más que escribir y si lo hay, probablemente ella ya lo está haciendo, y tanto mejor que uno. Así es como nos entrega líneas del tipo:

"She could not explain what had happened to her marriage after her mother's death. For the first time since they'd met, at a dinner party in Boston when she was a law student and he was getting his MBA, she felt a wall between them, simply because he had not experience what she had, because both his parents were still living in Lincoln, Massachussetts, where Adam had been raised"

("Ella no podía explicar lo que había ocurrido con su matrimonio tras la muerte de su madre. Por primera vez desde que se habían conocido en una cena en Boston, cuando ella era aún una estudiante de Leyes y él estaba haciendo su MBA, sentía una pared entre ellos, simplemente porque él no había vivido lo mismo que ella, porque sus dos padres seguían viviendo en Lincoln, Massachussetts, donde Adam había sido criado")

Así. Sin advertencia ni señal de precaución Lahiri deja escapar esas oraciones que son incómodas, pero al mismo tiempo poderosas, y que se dejan caer a partir del más mínimo detalle.

A Lahiri la conocí en mi primer semestre de universidad con un cuento que es una joya (A Temporary Matter, que es parte de su primera compilación de cuentos The Interpreter of Maladies). Y es que parece que así es como funciona Lahiri, en pequeñas dósis. Porque si bien escribe de lo que sabe, pasados los cuatro primeros cuentos, la formula se vuelve mecánica, y a veces, hasta predecible. Están los descendientes Bengalí, está la vida académica, y están esas situaciones excepcionales en la cotidianidad que uno a veces pasa por alto.

Su prosa y su técnica no son cuestionables. La última triada de cuentos se teje tal forma que aún es capaz de sorprender, con juegos de focalización y una estructura interesante. Pero aún así, Lahiri en grandes dósis puede ser agotadora. 

Unaccostumed Earth tiene varias joyitas más. Aparte del ya alabado cuento que le da título a su compilación, la tormentosa relación que envuelve a Sang en Nobody's Bussiness es también notable (Y no dejo de imaginarme a Audrey Tautou como Sang), o vale destacar también el viaje romántico fallido que construye A Choice of Accomodations (que también entrega otra de las líneas NOTABLES: 

"Wasn't it terrible that after all the work one put into finding a person to spend one's life with, after making a family with that person, 

 even in spite of missing that person as Amit missed Megan night after night, that solitude was what one relished most, the only thing that, even in fleeting, diminished doses, kept one sane?

(¿No era terrible que después de todo el esfuerzo que uno hace en encontrar a la persona con quien compartir la vida, después de construir una familia con esa persona, incluso a pesar de extrañar a esa persona como Amit extrañaba a Megan noche tras noche, esa soledad era lo que uno más atesoraba, la única cosa que, a pesar de venir en pequeñas y efímeras dosis, lo mantenía a uno sano?).


De que hay que leer a Jhumpa Lahiri, hay que hacerlo. Sólo hay que medir las dósis. Un cuento por semana, un cuento por mes. De otro modo, Lahiri puede volverse agotadora. Pero nadie puede negarle que su prosa es espectacular. Y en cuanto a mi personal quest, fue lo mejor para leer y mirar esos paréntesis de una forma más minuciosa. A ver como nos va con ese cuento.

sábado, 1 de enero de 2011

And here we go again

El 2011 partió con un buen presagio. Life in Paperback es el nombre que apareció en mi cabeza un par minutos antes de cerrar el 2010 y, por primera vez en muchas, el nombre estaba disponible. Así, sin mensajes desalentadores de que alguien más había pensado lo mismo que yo quizá cuanto antes, quitándome todos los puntos de originalidad que ya me había atribuido. Así nada más. Y es que los libros en paperback son TAN cómodos. Las ediciones con tapa dura podrán ser hermosas, pero pucha que son incómodas. En cambio, las ediciones de bolsillo, las paperbacks, tienen esa simpleza que todo libro leíble debería tener, la simpleza que la vida misma debería tener, o la que no hay más que encontrarle (it's all about channeling, dicen), como Pearl and the Puppets, mi nueva banda regalona.



Y aunque grite a los cuatro vientos cuanto odio el 31 de diciembre y sus temidas 23.59, cuan insufrible es escuchar "Un año más" cada fin de año, aunque insista que es un día como cualquier otro, igual me conformo a ser un cliché. Igual me corté el pelo el último día del año en ese medio melodramático acto -bien de niñita vale decir- de dejar caer todo lo malo del año que se va, igual me hago un nuevo blog prometiéndome esta vez -esta sí que sí- darle continuidad, igual soy cuateloso al pensar cual será el track #1 del soundtrack del 2011 - porque no señores, Tommy Rey no cuenta. Igual. Igual me propongo propósitos. Tengo hasta fines de Febrero para terminar un cuento. Uno no más. No pido más. Y así por fin desligarme de mi maldito hábito de dejar todo lo que escribo a medias.

Pero hasta ahora, las cosas se ven prometedoras. El año partió con una de mis nuevas joyitas: Ellie Goulding y "Believe Me", seguida por la chica de las botas pequeñas y la siempre efectiva "Remedy". Y con un book club de por medio, se dice que la inspiración literaria sobrará (y entre medio aprovecharé de dármelas del book reviewer que no soy), y Jhumpa Lahiri ya da buenos presagios.

Y aunque crea que es lo mismo una y otra vez, que las cosas no cambian, bienvenido sea el 2011.